sábado, 7 de abril de 2012

No todos los clientes leen

Gaspar entra en la Casa del Libro. A cuatro patas. A nadie le extraña. Nadie se escandaliza. Y eso que Gaspar ni siquiera es un bebé con un interés precoz por la lectura. Por muy inteligente que sea, tiene sus límites. Es un perro. Eso sí, de marca. Un golden retriever de dos años y 40 kilos que, pese a su constitución robusta, se mueve como una danzarina entre los estantes mientras su dueño decide cuál será su última lectura. “Estamos en un barrio céntrico, rodeados de calles peatonales, y hace cinco años nos animamos a dejar pasar a la gente que venía con sus perros, o en bicicleta, porque nos dimos cuenta de que eran clientes potenciales que a su pesar y el nuestro se quedaban fuera. Y la Casa del Libro, si destaca por algo es por ser innovadora; hasta nuestra fundación en 1923 los libros se vendían en un mostrador, las tiendas no tenían tratamiento de bibliotecas”, explica Óscar Calero, el director de la librería anexa al Monasterio de las Descalzas Reales, ubicada en pleno casco histórico de Madrid en la esquina donde confluyen la calle de la Misericordia y la del Maestro Victoria. “Perros y bicis bienvenidos”, reza un cartel en la entrada.

La iniciativa de Calero, muy minoritaria en Madrid, parte de dos premisas: ponérselo fácil al cliente y explotar nuevas vías de negocio en plena crisis. Sobre todo los fines de semana, cuando muchos posibles compradores salen a las calles dando un paseo con sus mascotas o haciendo millas sobre dos ruedas. “Es el momento de la semana en que puedo salir a montar, y lo que no iba a hacer era arriesgarme a dejar la bici fuera por mirar la última novela de Patricia Cornwell o Henning Mankell. Me la robarían fijo”, declara Alfonso Pérez, un “devorador de libros”.

“Los dependientes somos los primeros que nos sentimos cómodos, a todos nos gustan los animales y el deporte. El ambiente que se genera es muy positivo; incluso anima a muchos curiosos a pasar a echar un vistazo”, cuenta una de las empleadas, Laura Remacha, que recuerda que el día de San Antón, patrón de los animales, llegó a haber seis perros a la vez en la tienda. “A la gente le agrada la atmósfera que se genera, en todo este tiempo no hemos tenido problemas de alergias ni de nada, de alguien con un problema de asma o un trauma de la infancia. Si se diera el caso, las personas son nuestra prioridad, pero nunca ha habido una queja”, interviene Calero. Como buena parte de sus clientes, llega a la tienda dando pedales.

“Las reacciones suelen ser de sorpresa, tanto por los perros como por las bicis que se aparcan en un rinconcito”, apunta Paloma González, otra trabajadora. Un compañero, Juan Carlos Domínguez, añade: “Los animales se portan bien, se quedan al lado de sus dueños. Dan ejemplo, se nota que están bien educados”. Mientras, Gaspar se detiene delante del stand de los libros más vendidos. Hojea con curiosidad la biografía de Steve Jobs. Y su dueño se la termina comprando. “¡Le vamos a terminar contratando!”, ríen los responsables.

Fuente: El Pais

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